No creo que nunca esta carta llegue a sus manos ni sea leída por usted, ni mucho menos contestada. Me sale sin embargo desde muy adentro escribirla y mandarla a recorrer el mundo
Quiero decirle que lo admiro mucho. Usted es un líder espiritual de una gran sabiduría y fortaleza. Creo que su intención de tener una vida coherente desde la sencillez y la cercanía a la gente corriente es particularmente valiosa y nos habla de una iglesia más cercana al espíritu de Jesús de Nazaret. Le escribo principalmente con motivo de su viaje a Canadá, un viaje que usted ha definido como de penitencia y petición de perdón a los pueblos indígenas por lo que padecieron en manos de sectores eclesiales. Es un viaje valiente, especialmente en sus condiciones de salud, y esa petición de perdón demuestra una sintonía muy especial y necesaria con los marginados y maltratados de la historia. No es la primera vez que usted pide perdón y hace gestos de acercarse a los otros, a los distintos, a los y las que transitan por rutas diferentes, a los desposeídos y sufrientes.
En sus actitudes motivo mis palabras. La verdad, le confieso que no espero demasiado de la iglesia. Es tan fuerte el desvío que ha tenido de los anuncios y llamados evangélicos que no creo sea posible un regreso a los rumbos de Jesús. Sin embargo, muchos de sus gestos y sus palabras, me devuelven una muy débil luz de la esperanza…
Y ahora, mi motivo central:
¿No cree que la Iglesia, en su cabeza o en la de otra persona, tendría que pedir perdón a la mujer, a las mujeres en general? Hay tantos motivos, a lo largo de la historia, para ello: El silenciamiento a que ha sido y es sometida, la falta absoluta de reconocimiento. El intentar robar la memoria histórica de una potencia como la de María de Magdala. La condena del cuerpo femenino como un camino hacia el pecado. La persecución a las brujas y sus asesinatos. La marginación y condena a unas mujeres tan extraordinarias y visionarias como las Beguinas, el pasar sobre ellas en silencio en todas las historias de la iglesia y memorias de cristianismo. Una lectura bíblica que las ha identificado con el mal, con la “carne” y sus connotaciones negativas, con el pecado. El no haberle dado jamás un lugar adecuado en la estructura eclesial y el negarle la igualdad plena de derechos y oportunidades en este ya avanzado siglo XXI.
Podría seguir enumerando situaciones, pero en esta carta no se trata de eso. Tan sólo quiero apelar a su sensibilidad tan fina en algunos aspectos y problemas, para que ella se ubique frente a las mujeres creyentes y las anime a vivir nuevas épocas, nuevos amaneceres, nuevas acogidas.
Confío en usted, Papa Francisco. Sé que ha intentado reparar el gran error eclesial cometido con las mujeres, al perderse de su aporte y riqueza… pero se trata hasta ahora de intentos tímidos que no se concretan en los puntos nodales. Varias veces usted ha hecho promesas, ha creado comisiones de estudio, ha ofrecido cambios reales creando en muchas una gran ilusión… sin embargo a la hora de concretar, todo se ha diluído. Tal vez usted no pueda cambiar mucho las cosas… tal vez está cautivo de los poderes invisibles… Pero pedir perdón SÍ puede. Está en sus manos. Las mujeres que amamos al Maestro de Galilea, esperamos esa petición que puede abrirnos a un futuro en abrazos sororos.
Pido a la Divina Sabiduría lo bendiga y proteja.
Sororalmente,
Carmiña Navia Velasco
Cali, Julio de 2022 - Desde el Círculo Espiritual María de Magdala.