A una semana ya de la Festividad de María Magdalena, dedicamos un espacio a recordarla y, con ella, a muchas otras otras mujeres que siguen viviendo un infierno en Palestina..
En torno a María Magdalena, mujeres de muy distintos lugares nos hemos reunido en las redes, wasapp, con nuestros perfumes, dispuestas a cambiar y mejorar los olores enquistados de tantas realidades que nos invaden. Hemos intercambiado los productos de cada lugar donde mejor crecen, el tomillo, el romero, la retama, el azahar, hierbabuena, el cilantro, con la ilusión de que juntos penetren en las fosas nasales de "nuestros hermanos implicados" y sean capaces de deshacer los nudos de la destrucción, las fobias, los odios y la muerte. Una vez más, el Maestro nos dice: "Id y decid a los hermanos"... La Paz de Jesús Resucitado es urgente que llegue por todos los caminos posibles.
Ella lleva la keffiyeh
María de Magdala llega al sepulcro al amanecer. Va cargada de duelo, pero también de dignidad. En su cabeza lleva la keffiyeh, esa pañoleta tejida con la historia y el dolor de su pueblo.
La keffiyeh blanca con negro es símbolo de la tierra palestina: sus cuadros son campos cultivados, sus líneas son caminos, sus formas son redes que unen a un pueblo fragmentado por la violencia y el despojo.
Hoy la imagino así, con esa keffiyeh cubriendo su cabello, porque María es la mujer palestina que ha llorado a sus hijos e hijas, que ha buscado cuerpos entre ruinas, que ha gritado el nombre de los desaparecidos en los muros y en las plazas. Es la mujer que no deja que la muerte tenga la última palabra.
Así como María Magdalena fue fiel al cuerpo herido del Crucificado, hoy nosotras queremos ser fieles a los cuerpos dolientes de nuestras hermanas y hermanos de Palestina.
Lloramos con quienes lloran ante las tumbas de sus seres queridos, como ella lloró a Jesús, sin saber que la Vida ya había vencido. Que puedan experimentar la presencia de la Resurrección aun en medio de la ocupación y el horror.
El pueblo palestino se atreve a desobedecer estructuras injustas, y con dignidad lucha por la tierra que le pertenece. Resisten con el valor de la ternura insumisa, como María Magdalena, que vio lo que otros no vieron porque se quedó donde dolía. Fue testigo del Resucitado porque permaneció en el dolor con amor, y desde allí se convirtió en la primera enviada.
María, la apóstola de los apóstoles, es testigo del Resucitado. Su pañoleta la conecta con todas las mujeres palestinas, ucranianas, kurdas, afganas, sirias, españolas, congoleñas, sudanesas, colombianas, mexicanas, Nicaragüenses, Bolivianas, nigerianas… con todas las que velan y anuncian la vida aun en territorios de muerte.
Porque ellas, con su keffiyeh y su fe, con su reboso y su voz, son semillas de resurrección, no las dejemos solas.