El evangelio de la liturgia de este día es la Visitación y el Magníficat. María se abre a la Buena Noticia de Dios en su vida. De la perplejidad y el temor pasa a la disponibilidad y la confianza. María es a la vez que la madre y educadora de Jesús, su discípula. Con Él conoce el misterio del reino y se adentra en su realización histórica, lo cual hace de ella una mujer siempre en camino, solidaria y en permanente desinstalación. María es la mujer del fiat, pero su sí, no fue un sí neutro ni ingenuo, sino que conllevó muchos noes. El Magnificat no es un canto de sumisión sino de esperanza y rebeldía comprometida por otro mundo posible. María en su pequeñez se hace disponible a la acción del Espíritu para dar a luz a Dios en el mundo. Su prima Isabel, la madre del profeta Juan Bautista es testigo y cómplice con ella de esta esperanza. A ambas la fe las ha hecho fecundas. En la fiesta de la Asunción la iglesia reconoce a María como la primera creyente, madre y discípula incondicional de su Hijo y por eso a su lado para siempre en la plenitud del Reino.