Os dejamos, a continuación, el texto completo de la
Valoración de la Revuelta de Mujeres en la Iglesia de Madrid ante la respuesta de la Comisión de Investigación y Estudio del Vaticano sobre el diaconado femenino1-Una vez más, las
mujeres católicas nos sentimos profundamente decepcionadas de las decisiones de
la Iglesia por seguir manteniendo muros que nos impiden el acceso a los
ministerios ordenados, en concreto al diaconado, pese a su existencia
histórica, durante siglos, en la Iglesia: una memoria y tradición conocida que
se ha desarrollado de manera desigual y con especificidades locales propias.
2- En el marco de
una Iglesia comprometida con la sinodalidad, la negación del diaconado femenino
nos parece una contradicción intrínseca, porque nuevamente desde la jerarquía
se pretende generar procesos de cambio eclesial sin nosotras, las mujeres. Se apartan
así nuestros dones, aspiraciones y deseos más hondos de servicio al Evangelio y
se olvida, de nuevo, que la participación en la Iglesia no es una cuestión
utilitarista ni tampoco una jerarquía de consagrados y subalternas, sino una
diversidad de ministerios eclesiales, que reconoce y otorga la comunidad
cristiana a quien posee los dones que Dios le ha dado.
3- En este sentido,
las propuestas sobre la participación en igualdad que han llegado al Sínodo de
la Sinodalidad han sido miles, visibilizando que, en los lugares más olvidados
del mundo incluso por la propia Iglesia, las comunidades cristianas se mantienen
vivas, de hecho, gracias al Espíritu y la tarea diaconal no reconocida de las
mujeres en sus comunidades.
4- Creemos que la
resistencia al diaconado femenino, entendido dentro del orden sacerdotal, y la
negativa a su reconocimiento y puesta en marcha, es una decisión más fruto del
miedo a la pérdida del privilegio masculino, que de la audacia evangélica y el
reconocimiento de la igualdad entre hombres y mujeres instaurada por Jesús de
Nazaret.
5- Consideramos que
argumentar la exclusión del diaconado en la masculinidad de Cristo pone
en riesgo la teología del Concilio Vaticano II que ratifica la igual dignidad
de las mujeres y los hombres y el reconocimiento de las primeras como imagen de
Cristo, y la hace exclusiva de los varones. Esta argumentación, basada en la
diferencia sexual, algo constitutivo del ser humano, significaría que las
mujeres no son salvadas de la misma manera que los varones, pues no son imagen
de Cristo (en su naturaleza humana). Esto,
desde una perspectiva teológica y salvífica, tiene una gravedad enorme,
pues impide la plena cristificación de las mujeres. Se trata –además- de una
argumentación poco convincente incluso para la propia comisión de estudio, en
la que 5 de 10 miembros votaron en contra y otros 5 a favor.
6-El documento
final es un reflejo de los miedos y tensiones internas que la cuestión de las
mujeres sigue provocando a la Iglesia. Lo que para algunos es una peligrosa
confusión antropológica que alinea a la Iglesia con el espíritu de los tiempos,
para otros y otras, es lo que miles de mujeres católicas reclamamos hoy a
la Iglesia: escuchar los signos de los tiempos, entre ellos -sin duda- el
clamor por la igualdad y la justicia de género frente a toda forma de poder y
violencia contra las mujeres y actuar en consecuencia frente a siglos de
discriminación y subordinación.
7-Creemos, en
definitiva, que se trata de un documento tremendamente ambiguo que aplaza la
cuestión de la ordenación de las mujeres como diáconas/diaconisas, quedando
abierta a una mayor exploración teológica y pastoral y remitiendo la decisión
final al magisterio. A cambio se favorece una mirada segregada, benévola y
paternalista, hacia las mujeres con el reconocimiento de nuestra diaconía
bautismal y adjudicándonos una mal entendida dimensión mariana de la sumisión y
la complementariedad, justificándolo con un lenguaje ambiguo que anima a “ampliar
los espacios comunitarios y de participación y corresponsabilidad a las
mujeres”. Con ello se pretende contentarnos, como así ha sido desde hace
siglos y sigue siendo, con un rol de creyentes “complementarias” y secundarias.
Pese a todo ello,
como Revuelta de Mujeres en la iglesia de Madrid, nos sentimos
tercamente esperanzadas y llenas del Espíritu santo y transformador, porque la
esperanza en el Evangelio no defrauda, porque sabemos de quién nos hemos
fiado…porque la Iglesia siempre necesita voces proféticas en su falibilidad
histórica. Esta es nuestra labor como Hijas de Dios e hijas de la Iglesia e
invitamos a que otras y otros creyentes se sigan sumando a esta labor,
ciertamente imprescindible.
