domingo, 17 de febrero de 2019

La verdad de la humildad y las trampas de la humillación

Una de las actividades de la Asoc. Mulleres Cristiás Galegas Exeria en 2019 es el Espazo de Teoloxía Feminista, que ya va por su VII edición. Este año estamos trabajando uno de los últimos libros de Ivone Gebara: Condimentos feministas a la teología. Leyendo a Ivone, en el capítulo dedicado a la humildad y la humillación, no podía menos de recordar el Evangelio de las Bienaventuranzas en paralelo con las noticias que sobre abusos aparecen en prensa un día si y otro también... Os ofrezco, pues, esta reflexión.

Bienaventurados los mansos, las que sufren,... porque de ellos es el Reino.

Las bienaventuranzas marcan el camino del Reino, pero también pueden marcar un camino de dolor y destrucción de las personas cuando no tenemos clara la diferencia entre humildad y humillación. La confusión de estos dos conceptos nos ha llevado muchas veces al peligroso juego de identificar a las personas humilladas con las humildes. En el caso de las mujeres esta confusión incluso llega a ser perversa, máxime ahora que, por fin, están saliendo a la luz los casos de religiosas abusadas por varones revestidos de autoridad eclesiástica. 


La persona humilde es aquella que sabe renunciar voluntariamente a lo que es suyo para ponerse al servicio de los demás (Jesús, siendo de condición divina, se rebajó asumiendo la condición humana, nos dice la carta a los Filipenses) La humildad es lo contrario del egoísmo, del egocentrismo. La persona humilde se descentra de sí misma para acoger a la otra, para acoger la novedad en el mutuo enriquecimiento. La humildad evangélica brota de nuestra identificación con Jesús, home libre que acepta su misión, que deja una vida más o menos previsible y acomodada para jugarse el tipo anunciando el Reino de Dios. La humildad no se impone, parte de la propia libertad que la asume como modo de vida. Pero en muchos, en demasiados casos, cuando alabamos en las personas su humildad y servicio, esa humildad no brota de una elección libre, sino de una imposición. No es que sean humildes, es que están siendo humilladas. 

La humillación hace de menos, rebaja a un grupo, a una persona. Aparece cuando identificamos a la persona no con Jesús, hombre libre que elige donar su vida en servicio a los demás aceptando el sufrimiento que esa opción le pueda acarrear, sino que la identificamos sólo con el sufrimiento, eliminando toda referencia a la opción en libertad que le da sentido. La humillada no asume los sinsabores de su vida como fruto de la propia voluntad, sencillamente porque no la tiene. 

La humillación forma parte de los mecanismos del poder, que pone a unos por encima de los otros. La humillación es fruto de y alimenta las relaciones jerarquizadas. En la dinámica de la humillación unas personas tienen el poder, el control, la autoridad sancionadora sobre otras. Los humilladores asientan su superioridad sobre el otro en base a diferencias naturales tales como la raza o el género, el dinero o el estatus social, convirtiendo la diferencia en justificación del rebajamiento. En la Iglesia la justificación de ese rebajamiento se sustentó en muchos casos en el derecho divino, lo que hizo que la diferencia entre humillador y humillado se volviera infinita, la distancia inmensa y, por lo tanto, la humillación mucho más humillante.

Hay humillación en una violación, en la pederastia, en las políticas migratorias, en las personas que duermen en la calle,... pero esa humillación crece exponencialmente cuando la justificación del rebajamiento apela al derecho divino. 

Hay humillación en el servilismo femenino en la Iglesia, cuando las mujeres nos vemos reducidas en nuestra identificación con Jesús de Nazaret, el Cristo, cuando no se nos permiten acceder a ser todo lo que nuestras posibilidades humanas nos pueden permitir ser. Las mulleres en la Iglesia nos vemos rebajadas delante de otros que se creen superiores, vemos reducida nuestra libertad,.... por eso hay humillación. Cando no se nos permite identificarnos plenamente con Jesús, cuando vemos limitada esa identificación a sólo una parte de él, la servicial, la sufriente, hay humillación. Cuando sólo se nos permite subir a un altar para limpiar o poner flores no hay humildad, hay humillación. 

...Y para mantener este sistema los sistemas de dominación exaltan el sufrimiento, colocando en un altar y coronando con la gloria eterna a las personas que lo padecen sin haberlo elegido. Eso no puede ser santidad, porque se asienta en la humillación, no en la libertad de la humildad! 

Las bienaventuranzas, el discurso programático de Jesús, nos dice que los que sufren, los pobres, están más cerca de Dios. Pero esta afirmación se vuelve perversa cuando se utiliza para justificar privilegios, cuando sirve para mantener la humillación de las personas, cuando apuntala sistemas de poder injustos. Alabar la humildad y el servicio cuando esa humildad y servicio no brotan de una elección personal de identificación con Cristo, en igualdad y libertad, es pervertir el Evangelio.

Ivone Guebara así lo explica:

La confusión semántica entre humildad y humillación fue útil en grande parte a los mantenedores de las relaciones sociales jerárquicas de dominación. Entró en la tradición cristiana y acabó produciendo una espiritualidad o un camino de vida que no siempre contribuyó al surgimiento de la libertad y la justicia. De modo especial, alcanzó la vida de las mujeres, a quienes se aconsejaba la humildad, significando mucha veces el mantenimiento de la humillación servil o el silencio en relación con las injusticias de las que eran víctimas. (…) Esto significaba igualmente el mantenimiento de los lugares masculinos y femeninos, como si estos reprodujeran un orden divino o un designio superior inmutable. Intentar algún cambio era considerado una transgresión del orden natural de las cosas, una especie de pecado contra la naturaleza o contra la voluntad de Dios[1]

Para ser libres nos liberó Cristo, dice la carta a los Gálatas. Y puesto que estamos llamadas a la libertad, no podemos tolerar la humillación de ninguna persona humana. Sólo debemos aspirar a vivir en libertad y humildad, como auténticas hijas de Dios. 

Marisa Vidal Collazo 

Asoc. Mulleres Cristiás Galegas Exeria 




[1]Ivone Gebara, Condimentos feministas a la teología, Ed Doble clic, Uruguai, 2018.