Compartimos con vosotras la experiencia de dos de las participantes en la edición del "Yadá" de este año, con el lema "Alentar la esperanza".
"En abril, nuestro grupo de mujeres recibió la invitación a participar en el “Círculo Yadá”, una experiencia organizada por la Red Miriam de Espiritualidad Ignaciana Femenina.
Desde
el primer momento, la propuesta y su metodología despertaron en mí un profundo
interés. La sentí como una oportunidad para detenerme en medio del camino,
tantas veces transitado de forma intuitiva, siguiendo impulsos que nos conducen
hacia nuevos horizontes, compromisos y compañeras de viaje. Era, y es, una
invitación a abrir un espacio para discernir con calma, para adentrarme en ese
interior habitado que, tarde o temprano, nos mira con paciencia y nos orienta
con suavidad hacia aquello y hacia quienes, desde nuestra libertad, descubrimos
como el lugar y la compañía donde realmente estamos llamadas a vivir, sentir y
ser.
En este
espacio fuimos entrando en la memoria viva de mujeres que caminaron junto a
Jesús y de tantas otras que, a lo largo de la historia, han sido luz y bien en
su seguimiento a Dios. Para mí fue un tiempo de hondura y de encuentro,
acompañada de mujeres decididas a compartir su experiencia, a sostener, a
acompañar y a celebrar la vida. Nos sentimos cercanas en la oración, en las
causas, en las luchas; entretejidas como hilos de un mismo tapiz, creando red,
creando Yadá.
Ha sido
un tiempo de conocimiento, de cuidado y de compañía para seguir caminando en el
proceso; un lugar donde puedo mirar mi fragilidad, y, sintiéndome amada,
aprender también a amar.
“Que
el Espíritu que nos reunió en Yadá continúe sosteniendo nuestros pasos y
cuidando nuestras fragilidades y “Que cada encuentro, cada gesto, sigan siendo
lugar sagrado donde descubrimos juntas el rostro de Dios.”" (Lourdes)
"Alguien dijo que hoy es un regalo y por eso se llama presente. Así he vivido yo esta experiencia y de esta forma quiero agradecerla.
Con cinco acciones que han estado
presentes y me han ayudado a crecer:
SANAR. “Las
hojas no se caen, se sueltan” y soltar sabiendo que las hojas sueltas forman un
manto que vuelve a dar vida y de él brotará algo nuevo. Curar las propias
heridas, aprender a ser bálsamo para las heridas de las otras, mediadoras y
cauces de sanación, constructoras de nuevas Vidas.
ACUERPAR. Mi
cuerpo es hueco para otras y otras tienen un hueco para mí. Pasar por el cuerpo
lo vivido, conectar con la naturaleza, aprender y observar como nuestro cuerpo
habla. Disfrutar de una mirada, de una “presencia” y una ternura que invade
todo nuestro ser.
ESPERANZAR.
Animar, alentar, empujar, crear lugares, “espacios seguros” donde se pueda
vivir en paz, se pueda ser feliz, se pueda vivir con dignidad. Nada ni nadie
podrá quitarnos la esperanza.
Porque hay razones para la esperanza,
sendas de fraternidad y justicia. Hay que convertirse al diálogo evangélico,
que no impone sino que propone, que invita a compartir el agua de la Vida y
alienta a la mesa común. Lo que importa no es a quien das de comer sino con
quien comes.
CELEBRAR la
Vida acompañando procesos de cuidado, encuentros, eucaristías subversivas donde
todo sea igualdad. Celebrar el amor incondicional, el perdón como proceso y la
alegría de un abrazo.
PERMANECER.
Ser fiel, estar. En medio de los acontecimientos más difíciles de nuestra
historia y de nuestro mundo surge la Vida, se abre paso la ternura.
Gracias por esta oportunidad única,
por el cuidado, el respeto y la alegría.
Gracias por la PRESENCIA serena y
consciente.
Esta Yada 2025 nos vincula y anima.
Ha sido presencia de Dios padre/madre todo amoroso." (Carmen)