La crisis del covid es también un tiempo de Kairós que nos desvela la urgencia porque el cuidado este en el centro de la vida, la espiritualidad, la economía , la política y no el gran olvidado en todas ellas. Voy a adentrarme en el tema CUIDADOS desde mi experiencia.
En mi infancia, crecí bajo los cuidados de dos “superwomans” que sacaban 26 h a las 24 que tiene el día y que a la edad de 8 años nos integraron a ese ranking de los cuidados. Me pregunto ahora que mi nieta tiene esa edad, ¿Qué podíamos hacer con esos años? Pue si, llevar a pasear al tío Domingo, que había quedado ciego, llevar algo calentito a papá al campo, lo mismo a la tía al rio, vendar las úlceras varicosas de mamá y un largo etc… que me enseñó que en el cuidado hay una relación-intercambio, entre el que cuida y el que es cuidado, que deja visible la Ternura y la Dureza en las distintas situaciones que vivimos. Aprendí que los cuidados eran “cosa de mujeres”, dado por hecho, integrados en lo cotidiano e invisibilizados. Todos los roles estaban marcados a fuego. ¿Dónde tenían estas mujeres sus espacios de ocio? Los tenían en sus jornadas “de colada” en el rio, en el taller de costura, de camino al campo, en la iglesia, eran los lugares donde contaban sus “cuitas”, entretejían los sueños y sanaban las emociones. Se cuidaban entre ellas.
Eran los años 60 y yo no había oído hablar del Feminismo, pero Si tenía claro que las mujeres debíamos tener espacios propios, dentro y fuera del hogar, tiempo para nosotras y que debíamos aprender a desprendernos de toda “la carga” de responsabilidad familiar, sin sentir ninguna culpa. Decidí estudiar Enfermería, de la que ya tenía interiorizada la atención, la observación, el sufrimiento, la alegría, la amenaza, el miedo, los deseos. Así que aprendí las técnicas y fui feliz, tremendamente feliz y dolorosamente feliz al desarrollarlas con los enfermos en el “hospital de campaña”. Eran cuidados profesionales que me permitieron hacer experiencia del dolor ajeno y hacerlo propio, aplicándome en mi proceso de cáncer, lo que tantas veces les había dicho a los niños: “Escucha a tu cuerpo, Saca lo que te preocupa, Confía en el equipo, Agradece la vida y los cuidados”. Cuidar es gestionar y atender diariamente la vida y la salud, hacernos cargo del bienestar físico y emocional del propio cuerpo y el de los otros y otras, porque somos Vulnerables e Interdependientes.
Y yo ¿Me cuido? ¿Me llevo bien con mi cuerpo? ¿Acepto su funcionalidad, en este, que es mi momento? ¿Miro de frente mis miedos para poder abordarlos? ¿Cuáles son “mis nutrientes”? Lectura, escritura, cine, música, un paseo por la naturaleza, ejercicio, un café con amigas, oración-contemplación…
Y ¿Cómo llevo la Escucha, el Silencio, el Dolor del otro, sus Gritos de queja…? ¿Puedo acogerlos y sostenerlos? Porque esto es el cuerpo de los Cuidados. (Esto, y un masaje capilar para distender una tensión, un abrazo que calma un llanto, una sonrisa de complicidad ante un avance, una palabra de ánimo, una quedada, un café…)
En este tiempo de pandemia hemos visto como se resentían muchos cuerpos:
Los cuerpos dolientes (los pacientes de las Ucis y su soledad, los hacinados en pasillos, los abuelitos con su soledad y sus miedos, aquellos que no han sido atendidos por distintas causas). El cuerpo familia: destrozados por no poder visitarlos, acompañarlos, acariciarlos ni despedirlos. El cuerpo de trabajadores imprescindibles (que se han multiplicado para que no nos faltara de nada). El cuerpo social: que viendo la precariedad de muchas familias, ha sabido organizarse en los comedores de barrio, en las asociaciones, en las parroquias… El cuerpo vecinal: que hemos necesitado “respirar” y ponernos cara y nombre, en el tiempo de los aplausos. El cuerpo de la cultura: que nos ha regalado sus espacios, su música y su arte. El cuerpo narcisista: centrados en su ego y su buen vivir. Muchos cuerpos de migrantes sin trabajo, sin dominio del idioma, cuidando a su vez a otros migrantes. Cuerpos de mujeres “atrapadas” en sus cocinas, que llevan sobre sus hombros los cuidados familiares, a veces, hasta de su maltratador. ¡Cuerpos violentados…! Otros cuerpos que viven en la precariedad o la indigencia, nuevos pobres, jóvenes madres cargando con su hijos, que hacen cola en el banco de alimentos. Hemos visto las grietas de nuestra Sanidad desmantelada, de las estructuras políticas y eclesiales que no laten al ritmo de las necesidades…
¿Quién debe asumir la ardua tarea de los cuidados?
Son los gobiernos los que tienen que hacer políticas públicas de cuidados de calidad, en Sanidad, Educación, Servicios Sociales y dotarlas de medios para que lleguen a todas y todos. ¿Y nosotras? Nosotras exigir que se cumplan y además rebajar el nivel de autoridad de ese “buen hacer” que aprendimos y consensuarlo y compartirlo con los convivientes, haciendo inclusivos los cuidados. Llevarlos a pie de calle, ahí donde hacemos la vida y humanizarlos para el buen vivir. Hemos de des-feminizar los cuidados y agradecer a las mujeres que desde el Feminismo con sus proclamas, o la Teología feminista con sus escritos y acompañamiento, han ido despertando nuestras conciencias y deseos de disfrutar espacios y tiempos de calidad y hacerlos nuestros. Agradecer también los esfuerzos de las nuevas masculinidades, hombres que tras largo proceso, valoran los cuidados y quieren ejercerlos en igualdad.
Comparto la vida con vosotras desde el 2011, mujeres que en el ir tejiendo la Red Miriam, hemos orado la vida, aullado, compartido, reído, nos hemos acuerpado y hemos crecido en saberes y amores, soltando también alguna amarra que nos impedía volar. Y hoy me pregunto ¿Cómo sostener en estos momentos tantos vínculos que teníamos trenzados? Hemos aprendido a tele-trabajar, a relacionarnos por videoconferencia, a meterle fuego al wasapp, pero…no hay nada que supla el hacernos presentes, los encuentros, las miradas, los abrazos, compartir “algo” en una mesa…
Y me pregunto y os pregunto, ¿Dónde encuentro la fuerza y las ganas para afrontar cada día? ¿En quién me sostengo? ¿Cómo podemos sostenernos las unas a las otras?
Queridas, quedan muchos sueños rotos en este 2020, muchos duelos por hacer, mucho trabajo por acompañar y mucha Esperanza y Alegría por recuperar. Sigamos Cuidándonos unas a otras y agradezcamos al Dios de la vida el Amor con que nos cuida.