Desde el barro que somos, con
humildad, sabiéndonos barro habitado por la Ruáh.
Nos acercamos al taller de las
alfareras, la Red Miriam nos invitaba a hacer juntas un camino de dos años, y
llegamos, en plena pandemia, con nuestras vasijas asombradas, algunas nuevas,
otras ya reparadas, otras ajadas, descolocadas. Con ánimo, valor e incertidumbre,
iniciábamos el camino. Cuatro semanas intensivas de formación integral, con sus
fases intermedias de trabajo.
1ª Semana: Dios creador, dinámica
de crecimiento. 2ª semana; Los dinamismos que nos configura, el Amor,
movimiento. 3ª semana; Misterio Pascual, Jesús. 4ª semana; Las relaciones,
discernimiento en común.
Cuatro semanas, como cuatro
momentos del proceso de elaboración de cerámica hecha del barro: 1. Selección y
amasado. 2. Producción y secado. 3. Esmaltado y enfornado. 4. Cocción y
enfriado.
En el
taller de las alfareras, lo primero es acercarnos al barro de que estamos
hechas las personas, conocer algo de nuestra antropología y nuestra psicología.
Ese barro animado, vivificado por el Espíritu, Ruáh, barro amado, salvado.
Reconociendo al alfarero, la alfarera que nos crea por amor y no abandona nunca
la obra de sus manos.
El barro (nuestro cuerpo),
incorporado contemplativamente como parte inseparable del proceso.
En clave de discernimiento, es
decir, atreviéndonos a dejarnos moldear por la alfarera, cada una con su
originalidad; y eso se notaba en la gran riqueza del grupo, lleno de
variedades, diversidades, cada una con su forma, su luz, su aporte, su
capacidad y originalidad insustituible. Y la Ruáh soplando en el barro y el
barro a la escucha, y el barro llegando a ser en su conjunto, una grna obra de
arte, una hermosa vajilla, pues cada una y en su conjunto íbamos tomando forma,
ganando seguridad en acoger la Vida, acompañando la vida.
Nuestro barro y el barro quienes
están cerca, a veces se daña, llega la adversidad y toca afrontarla,
gestionarla y consolar; de eso saben mucho las alfareras, acompañar lo que es,
lo que hay; recuperar lo que Dios creó, acompañando el amor, las familias.
Y toca practicar, atreverse a equivocarse y aprender de los
errores y aciertos, propios y ajenos. Ir acompañando y dejándonos acompañar.
Con la vivencia en grupo, avanzando en confianza, en mostrar y acogerlas
fragilidades y fortalezas; aprendiendo a reconocer a Dios que se revela de
distintas maneras, con una creatividad ilimitada, en este mundo intercultural
ancho y ajeno, la vivencia del grupo lo verifica.
Es intenso esto de bajar al
taller del alfarero, se acompaña, se es acompañada, se ora, se aprende, se
practica en el torno y ahí te das cuenta de que finalmente quien acompaña,
quien moldea es la Ruáh y este grupo de mujeres fuertes y tiernas que ha ido
estando ahí.
Finalizamos con una semana de
silencio como colofón pasar por el corazón, escucha agradecida, momento de
posar y reposar lo aprendido y vivido para compartirlo.
GRACIAS Alfareras y compañeras.
Volver hacia atrás para ir más allá. Metanoia.
Mari Carmen García