Los milagros de Jesús hay que entenderlos no como algo mágico, sino como signos de liberación, signos del Reino. Requieren la apertura de las personas a la novedad del mensaje y la persona de Jesús, la confianza en Él, sea cual sea su lugar de nacimiento o cultura, como es el caso del centurión romano, su sexo, como le sucede a la suegra de Pedro o su situación social, como es el caso de los endemoniados. Jesús se aproxima al sufrimiento humano haciéndose cargo del dolor, el aislamiento y la impotencia humana. y desde el sacramento del encuentro sana, libera, reconcilia, devuelve a la vida. Hoy también, en medio del espesor de la realidad acontecen pequeños milagros que son consecuencia del amor, del compromiso, del sentido de la justicia, del perdón en nuestra vida y en nuestros ambientes. Para identificarlos necesitamos aprender a mirar la realidad más allá de la apariencia, desde las posibilidades y no sólo desde sus déficits. ¿Los descubrimos?