Id y proclamad que el Reino de Dios está cerca (Mt 10, 1-7)
Al igual que los apóstoles también nosotros y nosotras somos llamadas y llamados a sanar toda enfermedad y dolencia en nuestros ambientes. El envío es desde el seno de la comunidad cristiana que nos sostiene e impulsa y con el apoyo y la colaboración del trabajo en redes con otras personas y colectivos con los que compartimos los valores evangélicos, aunque no sean necesariamente creyentes. El Viviente nos llama por nuestro propio nombre, desde la originalidad de nuestra propia biografía, cultura e historia de fe y nos invita a ser compañeros y compañeras con Él en su misión de aliviar sufrimiento. Ese texto nos recuerda que la identidad de la iglesia es siempre misionera y discípula, ya que no nace para sí misma sino para ser sacramento de salvación. Por eso un signo de vitalidad espiritual es siempre la apertura y la sensibilidad a los gritos y anhelos más profundos de quienes habitan las periferias sociales y existenciales y la prontitud en disponernos a su servicio.