La naturaleza es maestra de vida. La vid y los sarmientos son una preciosa imagen del discipulado. Arraigadas en Jesús y engarzadas en comunidad nuestras vidas pueden alcanzar una fecundidad insospechada. Permanecer en su Palabra es la garantía de nuestra fidelidad que no se apoya en nuestras propias fuerzas. sino en la del Dios que nos sostiene. De la naturaleza aprendemos también que los tiempos de la poda son importantes, aunque sean tiempos de despojo y nos resistamos a ello. Descubrimos también entonces la sabiduría de la desnudez, el vacío, la resistencia y el permanecer. Así la fecundidad de nuestras vidas no lo es por los resultados aparentes ni por los logros conseguidos, sino por lo que Dios hace en nosotras y con nosotras desde nuestra debilidad.