El símbolo del pastor quizás se ha quedado desgastado en la cultura suburbana, pero referido a Jesús expresa su opción incondicional por aquellos y aquellas a quienes conoce en profundidad y ama más que a su vida misma. No se trata de unos pocos elegidos, sino de la humanidad entera, anhelante de comunión en un mundo quebrado por la violencia, el desamor, y la injusticia. Pero para ello hay que abrirse a la novedad radical que plantea. Nuestros ambientes están ávidos de humanidad y de reconciliación en situaciones donde frecuentemente el fin justifica los medios y las personas son utilizadas al servicio de los intereses económicos, ideológicos, etc. Jesús es la puerta de acceso a unas relaciones y un mundo donde la gratuidad, la confianza, la lealtad son posibles y en ello apuesta su vida. ¿En que nos reta a nosotros y a nosotras hoy como comunidades cristianas esta apuesta?.