Dar la vida para recobrarla de nuevo (Jn 10, 11- 18)
El sentido de la vida de Jesús es que la vida lo sea en abundancia para todos y todas y eso sólo es posible desde la opción por los últimos y últimas. La universalidad para ser incluyente ha de empezar desde ahí. Ese es el sentido y el misterio también de la vida cristiana: Lo que no se da se pierde. El amor es fuente de regeneración de vida en uno mismo y en los demás. Pero este amor entregado en el tajo de lo cotidiano, como el de Jesús, para que sea en verdad gratuito y fecundo, ha de nacer de la propia libertad y ser una decisión consciente, de manera que nadie nos quite la vida, sino que la entreguemos voluntariamente.