Quien quiera ser
el primero que se haga el servidor de todos
( Mc 9, 30-37)
Aunque los discípulos estaban cerca de Jesús y eran testigos privilegiados de sus acciones, de sus gestos y de sus palabras no terminaban de entenderle. Su comprensión de la salvación no coincide con la de Jesús. El mesianismo de Jesús es un mesianismo liberado de todo ansia de poder. Es un mesianismo compasivo y kenótico, descalzado de toda prepotencia y triunfalismo. Su radical libertad frente al dinero, el poder y el prestigio desconcierta también a los suyos, que discuten por el camino entre ellos sobre quien será el más influente y el de mayor poder en el grupo constituido por Jesús. Pero Jesús lejos de montar en cólera o de manifestarles su decepción retoma con pedagogía su enseñanza, no a través de un discurso, ni de una “bronca”, sino con una paradoja llena de elocuencia y contracuturalidad: quien quiera ser el primero que se haga el último y el servidor de todos. La lógica de Dios es inversa a la lógica del sistema. Los últimos, los más pequeños y vulnerados son los preferidos de Dios.