El Evangelio requiere testigos, pero sólo podemos anunciar aquello que previamente hemos experimentado en la hondura del corazón. Por eso la misión del cristiano ha de caracterizarse por la humildad, la sencillez de vida y la libertad frente al poder o la apariencia. Anunciar el Evangelio no es ser pájaro de malos agüeros, sino detectar y señalar los signos de la presencia de Dios en el mundo, allí donde hay hombres y mujeres que buenean y humanizan la vida, allí donde el amor se hace presente.El reino de Dios está cerca y pide una mirada contemplativa y agradecida para detectar su presencia seminal en nuestros ambientes y en el corazón humano. Pero también es signo de contradicción y rechazo porque Dios respeta profundamente la libertad y nunca se impone, sino que se expone y arriesga a la acogida y a la responsabilidad humana.
Una red de mujeres que nos sentimos convocadas por la vivencia de la espiritualidad ignaciana pensada y vivida con perspectiva de género y a la luz de nuevos paradigmas teológicos.