Los discípulos tampoco terminan de entender a Jesús. Les puede la desconfianza y el miedo a perder seguridades. La novedad del Evangelio les descoloca y por eso aun teniendo ojos no ven y teniendo oídos no oyen. Desde la cercanía y la confianza Jesús le cuestiona su cerrazón y su torpeza y les remite a la incondicionalidad del amor de Dios y su cuidado en sus propias experiencias vitales.
El Evangelio conlleva siempre riesgo e intemperie. Creer es arriesgar y comprometerse. También en nuestras comunidades el miedo y la desconfianza puede impedir que nos abramos a la novedad y a la libertad del Evangelio. ¿Qué temores y desconfianzas necesitamos liberar y como ayudarnos para que así sea?.