Jesús denuncia en este texto la doble moral de los fariseos y su culto centrado en las apariencias y el deseo de reconocimiento y poder. Frente a ellos propone la inclusividad del Reino, donde se rompe la lógica de los de arriba y los de abajo, los de dentro y los de fuera, porque la fraternidad nos iguala y no convoca en torno un único centro que es Cristo. Por eso no hay más maestro que ÉL ni la fraternidad se puede construir desde otro lado que no sea desde el servicio a los últimos. Por eso la señal de los cristianos y cristianas ha de ser la sencillez de vida, la complicidad con los pequeños y la humildad. ¿Cómo podemos ayudarnos como comunidades cristianas a no descafeinar este mensaje del Evangelio y a hacerlo palabra de vida hoy en nuestros contextos?
Una red de mujeres que nos sentimos convocadas por la vivencia de la espiritualidad ignaciana pensada y vivida con perspectiva de género y a la luz de nuevos paradigmas teológicos.