La experiencia de comunión de Jesús con su Abba nos hace hijos e hijas en el Hijo y nos envía a ser testigos de ella en nuestros contextos fragmentados y heridos por la violencia, la falta de horizonte, la injusticia, el desamor o el sufrimiento. Pero no hay comunión sin participación, sin sentirnos parte de un misterio mayor de Amor que nos incluye a toda la humanidad y creación respetando nuestras originalidades y diferencias. Por eso la comunión no es algo estático sino dinámico. Exige vivir a la escucha del latido del Espíritu en nuestro propio corazón y en toda la realidad para descubrirla portadora de posibilidades inéditas, a veces incluso en las propias experiencias límites como le sucedió a Jesús. Para ello necesitamos como Él vivir atentos y atentas al latido de su Palabra en el propio corazón y en los acontecimientos, no hacer nada por nuestra cuenta”, sino en permanente identificación con su persona y su proyecto de liberación Así experimentaremos que El que nos envió va con nosotros.