También hoy como en la piscina de Betesda las aguas no se mueven para todos de igual manera en nuestro mundo y las personas y pueblos excluidos esperan que alguien les ayude a salir de su situación. Pero la injusticia, la violencia y el expolio de la tierra no son obra del azar, el destino o la magia, como no lo son tampoco los procesos personales e históricos para liberarse de ellos. En este texto, la acción liberadora de Jesús se inicia con el verbo ver. Para Jesús aquellas personas no eran invisibles a pesar de que estaban condenadas a serlo, como sucede también hoy en nuestro mundo. Jesús posa en el paralítico su mirada y queda afectado por su situación, lo cual le lleva a implicarse con él de manera activa, y a promover su empoderamiento: “Toma la camilla y echa a andar”. Al hacerlo transgrede el precepto del sábado y denuncia con esta práctica el culto que se sostiene sobre el sufrimiento de los últimos y últimas. Por gestos y hechos como éste, llevados a cabo en el mismo corazón del Templo Jesús será juzgado y ajusticiado como un blasfemo y un antisitema.
