De
Galilea no se puede esperar nada bueno (Juan 7,40-53)
La profecía siempre es descalificada por el poder. La autoridad de Jesús desconcierta y escandaliza a quienes esperan a un Mesías al servicio de los intereses del status quo. Sin embargo es recibida como Buena Noticia por todos aquellos y aquellos a los que el poder desprecia: los insignificantes, los excluidos y excluidas. Jesús conoce de cerca sus sufrimientos y anhelos. Por eso es sensible a su realidad y se deja afectar por ella. Por eso sus palabras, su forma de relacionarse y actuar constituyen para sus vidas un gran aliento. Sin embargo donde unos leen esperanza otros interpretan ignorancia y desprecio. Para los ojos del poder de un lugar empobrecido como era Galilea no se podía esperar nada bueno como sucede hoy ante la realidad de las periferias. Sin embargo, la lógica de Dios es bien distinta y su corazón se inclina perdidamente por todo lo que no tiene apariencia. Desde esas realidades despreciadas hace emerger la profecía de lo inédito: la salvación que nace desde abajo. Sólo los limpios de corazón, como Nicodemo, dispuestos a que su vida quede salpicada por el Amor que se encarna, pueden reconocerlo.