Nuevamente contrasta la libertad de Jesús y su mensaje con la incredulidad y polémica que representan las instituciones de Israel. El encuentro es imposible porque los diálogos se dan continuamente en paralelo y desde distintos paradigmas. El paradigma de Jesús es el de la libertad y la misericordia y el de las instituciones el de la ley y las tradiciones interpretadas al servicio de sus propios intereses. Jesús no busca el conflicto pero se encuentra con él ante la dureza y el blindaje autodefensivo de las mismas. Jesús les dice claramente que no conocen a Dios, porque conocer a Dios es ser cauce de su misericordia reproduciéndola en el aquí y el ahora de cada momento histórico. Conocer a Dios no es cuestión de argumentos o teologías sofisticadas. El conocimiento de Dios se adquiere por entrañabilidad con su Palabra encarnada en la historia. Conocer a Dios es practicarle. Por eso guarda su Palabra quien la compromete y arriesga en el amor, como Jesús.