Este texto tiene su paralelo en Mc 6, 35-36. Sin embargo, en esta versión es Jesús y no los discípulos, el primero en captar la necesidad de la gente y su hambre, que va mucho más allá de las necesidades materiales, pues con este relato se inicia en Juan la presentación de Jesús como el pan de vida. El texto evoca la figura de Moisés dando de comer al pueblo en el desierto, para señalar que Jesús es más que un profeta. Mientras Felipe aborda la situación desde la pura materialidad y la lógica del dinero, Jesús rompe con ella presentando la del compartir. Felipe se sitúa en una lógica capitalista mientas que Jesús lo hace desde la del don y la gratuidad, invitando a poner en circulación los bienes y las capacidades que Dios ha dado a cada persona, de manera que nadie se las reapropie para su exclusivo beneficio. Sólo así, desde el hacernos cargo, entre todos y todas de las carencias propias y ajenas podremos hacer posible la fraternidad en el mundo. Se trata de compartir y repartir lo que somos y tenemos para que haya vida en abundancia para todos y todas, como hizo Jesús.